Estos son los siete Estándares Intelectuales Universales que deben aplicarse al pensamiento cada vez que se quiera evaluar la calidad del razonamiento sobre un problema, un tema o una situación:
- Claridad: Tu razonamiento debe quedar claro para que quien lo escuche pueda valorar si es cierto o no lo que estás diciendo. Poner ejemplos de lo que se está hablando ayuda a comprender y visualizar la idea mejor.
- Exactitud: Un argumento puede ser claro, pero no exacto. Asegúrate de no ser ambiguo en tu razonamiento. Exponer las fuentes (fiables) de las que procede nuestro razonamiento nos acercará a esa exactitud que buscamos.
- Precisión: Una afirmación como, por ejemplo, “mi vecino es bastante listo” puede ser veraz y exacta, pero carece de precisión. ¿Cuánto de listo es exactamente? ¿Listo en base a qué?
- Pertinencia o relevancia: Una afirmación puede ser clara, exacta y precisa, pero no pertinente. Si estás debatiendo con alguien sobre lo mal que te parece determinada actuación de un partido político, no le hables de Cuba y Venezuela si no está relacionado con el tema. Esta situación la encontramos muy a menudo. Podemos preguntar al interlocutor cómo conecta con el tema para asegurarnos de su pertinencia.
- Profundidad: Una proposición puede ser clara, veraz, precisa y pertinente, pero carecer de profundidad. Por ejemplo, la frase «No a las drogas», utilizada para disuadir de su consumo, aborda un problema muy complejo de forma superficial. «¿Podrías darme argumentos?» sería una de las preguntas que podríamos hacer para profundizar.
- Amplitud: Una proposición puede ser clara, veraz, precisa, pertinente y profunda, pero no ser lo suficientemente amplia al no tener en cuenta otros puntos de vista. Preguntas como «¿hay otra manera de abordar este problema?» ayudan a coger perspectiva.
- Lógica: Una proposición puede ser clara, veraz, precisa, pertinente, profunda y amplia, pero no tener lógica. Cuando argumentamos ponemos diferentes pensamientos en orden. Si estos pensamientos se apoyan mutuamente, el pensamiento es lógico. En caso contrario, sería un argumento sin lógica.