El libro propone ampliar el concepto de fiesta añadiendo algunas de sus formas que están a nuestro alcance: mirar, la fiesta de la contemplación; buscar, la fiesta de la curiosidad; sentir, la fiesta de la sensibilidad; amar, la fiesta de los otros; leer, la fiesta de la palabra; tener, la fiesta del silencio; ser, la fiesta de la intimidad; escuchar, la fiesta sin esta fiesta; vivir, la fiesta de la existencia; esperar, la fiesta de la paciencia; seducir, la fiesta de la belleza; conocer, la fiesta de lo sublime; crear, la fiesta de la imaginación, etc.
Al final, las enseñanzas que podemos extraer de la pandemia es que necesitamos vivir de una forma más solidaria y menos volátil, en la que reconocer al otro y reconocernos en el otro sea la verdadera fiesta. Existe alternativa a cómo vivimos porque nuestra capacidad para hacer la realidad más apacible y sosegada, más justa y equitativa, permanece intacta. La posibilidad de hacer una vida mejor, esa sí es una fiesta a la que debemos acudir sin demora.