Eixample

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Es un barrio de Barcelona. El barrio que me vio nacer y en el que viví hasta los 27 años. Barrio extenso ideado en su inicio por Ildelfonso Cerdà y que a vista de pájaro se puede comprobar su gran originalidad.

Desde pequeño viví allí. Era un barrio, barrio. La gente, los vecinos nos conocíamos. Íbamos a Ca La Bruta a comprar leche en botellas de cristal marrón de la RAM que después devolvíamos y nos daban un perqueño reembolso. A la Sra. Caterina que comprábamos chuches, el TBO, el Pulgarcito o el Tío Vivo. Y mi madre aprovechaba para alquilar novelas de Corín Tellado. El bar de referencia era el Cleries, que a pesar que hoy en día no pasaría ningún control de sanidad, los camareros sabían perfectamente lo que ibas a tomar. El Condado era la pastelería de referencia, el cine Oriente (que en verano tenía techo corredizo) empezaba a pasar películas de «destape». Y el otro cine, el Iris, sucumbió en manos de la constructora de referencia de las esquinas del barrio, y cuyo dueño se erigió en presidente del FC Barcelona.

Y podría citar muchos más negocios de «barri». Ahora, cuando «bajo» a Barcelona, el barrio está irreconocible. Los vecinos son ahora turistas despistados que con la maleta a cuestas buscan su piso turístico. Los negocios son grandes cadenas de moda, o restaurantes que ofrecen de todo menos cocina de aquí. A pesar de que el esqueleto del barrio aparece todavía casi inmutable, el carácter ha cambiado como darle la vuelta al calcetín.

Pero es mi barrio. Y todavía me acuerdo de memoria del nombre de todas las calles de arriba a abajo y de izquierda a derecha del barrio.

Soy hijo de l’Eixample.

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