Solemos oir con demasiada frecuencia la expresión «no tengo tiempo». Como bien apunta Byung-Chul Han en la «Sociedad del cansancio» Hoy, ha desaparecido por completo el tiempo sublime a favor del tiempo laboral, que se totaliza. Incluso la pausa queda inscrita en el tiempo laboral. Sirve para que descansemos del trabajo y podamos seguir funcionando luego.
El «no tengo tiempo» suele afectar más a nuestro tiempo personal, de descanso, de ocio, de socialización y de familia que a nuestros compromisos profesionales. Y ello, lejos de ser valorable, se convierte justamente al contrario. Es totalmente pernicioso y deleznable.
En definitiva, la hiperdedicación al mundo profesional es consecuencia del miedo a lo desconocido. Lo que provoca la depresión por agotamiento no es el imperativo de pertenecer sólo a sí mismo, sino la presión por el rendimiento y a los resultados.
La sociedad de trabajo y rendimiento no es ninguna sociedad libre. Produce nuevas obligaciones y deberes. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento falso de libertad.